(Antonio Serrano Santos) Este artículo no es apto para todos los lectores. No porque contenga nada que pueda ofender la sensibilidad de algunos. Pero sí pueden leerlo todos. Está basado en la gramática, la semántica y la  etimología;  en un ámbito de misterio como es el de la fe. Para los que tienen una fe formada y conocimiento de las Escrituras Sagradas, lo suficiente para comprender y asimilar el contenido de este artículo, puede que les ayude a su formación, o no, si ya lo han sabido interpretar en los textos y citas que propone. A los que no llegan a tanto y tienen una fe y un conocimiento más sencillo puede que les ayude y descubran cosas que antes no pensaron o advirtieron. Vaya esto con la intención de que, en su cierta profundidad, aunque expuesta con sencillez de lectura, sirva a lo que pide hoy la Iglesia: una mayor y mejor formación cultural, religiosa y teológica de los seglares; y poder, así, dar razón de su fe, de su esperanza y de su amor cristiano. Que no todo quede en manos de la cultura del clero, que ya, hoy, muchos seglares, hombres y mujeres, estudian teología, y son doctores y doctoras en teología. Claro que, tendrán que disculpar la extensión de este artículo. Pero bueno, cada cual es libre de leerlo o no. Con todo respeto a su libertad. Si alguno , sin  fe, se atreve a leer este texto, le agradezco su paciencia y le brindo mi más respetuosa y afectuosa bienvenida. Gracias.

Un vocativo, en gramática, es una invocación. Una llamada de atención. Establecer una relación entre el que habla y el oyente u oyentes.  También, en alguna ocasión, toma la forma de pregunta, o de  exclamación, de invocación urgente. El vocativo puede ser el nombre de la persona a la que se dirige, o un nombre común, o una frase. Puede ir separado del resto, al comienzo de una frase, por una coma e, incluso, entre comas, no comillas, en medio de la frase. En el Antiguo Testamento los profetas lo usaban con mucha frecuencia. En el Nuevo, analizando la naturaleza humana de Jesús, sin descartar la divina, es sorprendente hasta dónde llega su humanidad cuando usa estos vocativos, que los usa con frecuencia.

Aunque parezca de poca importancia, es un interesante dato para conocer mejor a Jesús y acercarnos a El con la seguridad de que se identifica tanto con nosotros que nos atiende, con respeto, aunque, veces hay, que es una acusación, una queja, una condenación de la maldad, o un perdón sin dejar de valorar nuestra persona, nuestra dignidad humana, por mucho que la hayamos rebajado con nuestras faltas y pecados. Nos mira, atento, no de pasada, hasta el fondo de nuestro corazón. Dice el evangelista Juan :…” porque conocía lo que hay dentro de cada hombre”. Maravilloso ejemplo, el del encuentro con la samaritana.

Vamos a citar, antes de analizar el vocativo en Jesús, algunos de ellos, quizás los más significativos:

“ Hijo, ¿ por que has hecho esto con nosotros? Mira cómo tu padre y yo andábamos, apenados, buscándote”. Esto fue  al hallar al Niño Jesús, de doce años, en el templo, en medio de los doctores.

En las bodas de Caná, a su Madre: “ Mujer ¿ qué nos va a ti y a mi? Todavía no ha llegado mi hora”.

A la mujer adúltera: “ Mujer,¿ nadie te ha condenado?

A la Magdalena, en el sepulcro: “ Mujer,¿ Por qué lloras? “¡ María!”

Al discípulo, en la última cena: “Felipe ¿ tanto tiempo  hace que estoy con vosotros y  todavía no me habéis conocido?

“ Zaqueo, baja. Hoy conviene que me hospede en tu casa”.

“ Yo te aseguro, Pedro, que no cantará el gallo esta noche sin que me hayas negado tres veces”

“ Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como el trigo”.

“Judas,  (también dice: “ amigo”,) ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

“ ¡ Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido acogerte como la gallina a sus polluelos bajo sus alas y tú no has querido!

“ ¡ Lázaro, sal fuera!”

“ Padre, Abba, aparta de mi este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

“ Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”. “ Dios mío, Dios mío! ¿ Por qué me has abandonado?”

“ ¡ Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino!”

“¡ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”.

“ Mujer, ahí tienes a tu hijo”.

Hijo, Mujer, ¡María!, Felipe, Zaqueo, Pedro, Simón, Simón( dos veces), Judas, amigo; Jerusalén, Jerusalén (dos veces), ¡ Padre!

“ Hijo,¿ por qué has hecho esto con nosotros?” Este doloroso y entrañable vocativo revela la relación madre e hijo( y padre, por más adoptivo que fuera), a un nivel puramente humano; lo divino, Hijo de Dios, no aparece ni explícita ni implícitamente. Ella, en su dolor, parece olvidarlo. “ ¿Por qué me buscabais? ¿ No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” Ella le dijo “ tu padre y yo te buscábamos, angustiados”. Tan, al parecer, olvidan las palabras del ángel: se llamará Hijo de Dios”, que dice el evangelista: “ Ellos no comprendieron sus palabras”. En adelante, aunque María sabía el origen divino de su Hijo, no dejan,ella y José, de sentir admiración en las manifestaciones extraordinarias que empezaban a rodear, de nuevo, a su Hijo. Eran continuas sorpresas que seguirán, después, a lo largo de su vida pública. “Y sus padres se admiraban de las cosas que se decían de El”, narra el evangelista.  El vocativo que emplea la Madre, “ hijo”, nos hace pensar si Jesús llamaba a su madre “ mamá o madre y al padre, papá o padre. Puede que en su primera infancia fuera así. No lo sabemos, Lo que sí sabemos es aquella ocasión en que le dijeron: “ Ahí está tu madre y tus hermanos que te buscan”( hermanos entre los judíos equivalía a “parientes”). Jesús dirige su mirada a su alrededor, a los que le rodeaban, señalándolos,  y dice: “¿ Quiénes son mi madre y mis hermanos y hermanas? Todo el que hace la voluntad de Dios ése es mi madre, mi hermano y mi hermana”. Establece un nuevo parentesco basado en la fe y en el cumplimiento de la voluntad de Dios. El parentesco consanguíneo no es garantía de ese cumplimiento, de esa fe, a no ser que vayan juntos los dos. La Historia bien nos demuestra que así ha sido y es: miembros de una familia separados por el odio, la política, la herencia…

En Caná, la palabra mujer no tiene un sentido despectivo, aunque sí una aparente negativa rotunda a lo que le sugiere María que haga. Ese “ mujer”,a su madre, no le dice mamá, palabra que seguro tendría su uso, de una forma coloquial como en todos los idiomas, como el Abba ( papá) en hebreo, que usa Jesús en  Getsemaní, ese” mujer”, dicho en Caná, no es el “ mujer” dicho a la adúltera, no a la Magdalena. Es un  “mujer” de complicidad sentimental, filial, afectuoso y respetuoso, pero que establece una diferencia, hace notar la diferencia entre el hijo humano y el Hijo de Dios en cuanto a disponer El, antes que nadie, de su misión, de sus obras, de su “ tiempo”. “ Todavía no ha llegado mi hora”. Pero resulta que su Madre, valiéndose de una fe audaz, del  conocimiento del Hijo, en lo humano y divino, después de más de treinta años de observación maternal, sin insistir siquiera, y sin que conste que Jesús haya hecho antes ningún milagro, ni delante de ella, ni de nadie( “Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Caná de Galilea y creyeron en El sus discípulos”, dice el evangelista). Ella ya creía entes que los discípulos. Jesús repetía a sus discípulos, anunciando, su pasión, su muerte, con detalles, y su resurrección. Pero ellos ni entendían ni querían saber nada de eso tan terrible. Ella no necesitaba milagros para creer. Y lo mismo que a sus apóstoles le diría a ella todo lo que tenía que pasar: Pasión, muerte y resurrección. Ella sí lo creería. De ahí que no  dice el evangelio que se apareció, después de resucitado, a su Madre. No le hacía falta. A ellos tuvo que convencerlos hasta con pruebas como comer delante de ellos. Como dijo Jesús a uno que le suplicaba la curación de su hijo: “ Si no veis milagros y prodigios, no creéis”. Por eso, sin la más mínima duda, desoye las palabras y la negativa de Jesús: “ Haced lo que El os diga”. Hasta se adelanta, segura de que hará algo. “ Haced lo que El os diga”, a los sirvientes. Esto nos hace comprender, si se puede comprender, la clase de persona y personalidad de esta “ mujer”, desde jovencita, ante el mensaje del Ángel en su anunciación, hasta ese momento, y hasta el final de su tiempo en la tierra, junto a los discípulos. Entonces ¿por qué le dijo esas palabras, al parecer duras e inexplicables, si sabía El la reacción de ella? No cabe duda: para nosotros. Para ejemplo de cómo hay que tener fe, de cómo hay que conocerle y confiar en El . Cuando una mujer ungió a Jesús con ungüento su cabeza y sus pies, dijo: “ En verdad os digo, donde quiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, se hablará también de lo que ha hecho esta mujer para memoria suya”.

De lo que ha hecho y dijo María, su Madre, en Caná de Galilea, se hablará y se habla, también, donde quiera que sea predicado en todo el mundo este evangelio. No fue, pues, por ella, sino por nosotros.

“ Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre”. Sigue estableciendo esa diferencia de hijo humano e Hijo de Dios, pero ese “mujer” revela el aspecto humano de Jesús, la infinita delicadeza del trato de Jesús con su Madre, como hijo de María: dejar sola a una viuda en Israel era una de las cosas más dolorosas y de la que se ocupaban muchísimo. Es de lo más doloroso en todas las épocas. Y El no podía dejar de cumplir el mandato divino: “ Honrarás a tu padre y a tu madre”. La ternura de Jesús y su encargo a Juan que la acogiera como madre es evidente. Ya se vio con la viuda de Naín, con un único hijo muerto: “ Jesús, compadecido, le dijo: No llores”. Y le devolvió el hijo vivo.

Mujer, a la Magdalena.  Y “ ¡ María!”. “ ¿ Mujer, ¿ por qué lloras?  Llama su atención y , como no lo reconocía, tal vez por las lágrimas o que El no se manifestó intencionadamente, pues le dice: “ Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a recogerlo”. El le dice:” ¡ María ¡”. La locura sin razón   del amor de esta mujer le lleva a desvariar. A un posible profanador de una tumba, desconocido, tal vez peligroso, le dice que le revele dónde está el cuerpo de Jesús, que lo traerá en sus débiles brazos. Ese ¡María! de Jesús es una revelación de su Persona y de la admiración amorosa del amor de ella. Como se admiró de la fe del centurión que se creía indigno de acoger a Jesús en su casa. Jesús, glorioso, no deja de manifestarse también humanamente, como comió para convencer de su resurrección delante de sus Apóstoles.

A Felipe se dirige directamente pero también es para los demás la pregunta: “Felipe,¿ tanto tiempo con vosotros y aún no me habéis conocido..?” Usa los nombres con un acento amistoso, íntimo. Es una conversación de amigos. “ Ya no os llamo siervos, sino amigos…”. Les dijo antes. Felipe es un nombre vocativo que lleva queja, amistad, admiración por la falta de fe o inadvertencia de su identificación con el Padre. “ El Padre y Yo somos uno”, les había dicho tiempo hace. Como al resto de los judíos. La diferencia con ellos es que sus discípulos no tenían la malicia y la ceguera voluntaria que les impedía creer.

“Zaqueo, baja”. Esta simpatiquísima escena, con cierto dulce humor con que la describe, sencillamente, el evangelista, es extraña y curiosa. No se dice que Jesús conociera a Zaqueo. Zaqueo tampoco conocía a Jesús, puesto que se subió a una higuera para saber quién era. Bajo de estatura, no se avergüenza, ante los que lo conocían( era un rico publicano) de gatear como un mono por el árbol. Y sería bastante alta la higuera para decirle Jesús: “ Baja rápido”. Ya le costaría gatear por el tronco. Tan especial era su llamada a Zaqueo, y tan amistosa, que este, o salta o se escurre hasta el suelo. Y ya sabemos, luego, el resultado de la autoinvitación del Rabí. Pequeño en su estatura, grande en sus decisiones, después de conocer a Jesús: “Señor, ( valiente vocativo) doy la mitad de mis bienes a los pobres y cuatro veces más a los que defraudé”.

“Simón, Simón, mira que Satanás…” Una clara insistencia y advertencia con una repetición necesaria porque Pedro será sorprendido, en su carácter impulsivo confiado en sus fuerzas, por una tentación y prueba de fe. Pero lleva también una nota tierna,comprensiva y alentadora: “ Cuando te conviertas, afianza en la fe a tus hermanos”.

“ Pedro, ¿ tú darás tu vida por mi? No cantará el gallo sin que me hayas negado conocerme tres veces”.  Este “ Pedro”, acompañado de dulce y triste ironía, revela la inmensa comprensión y confianza en su principal discípulo, porque sabe que su amor es total y fiel hasta la muerte. Pero tiene que pasar esa prueba, aprender humildad y no creerse más que sus compañeros. Ya lo dijo: “ Señor, ( otro vocativo imperioso): aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré jamás. Yo daré mi vida por ti “.

“Judas , ¿ con un beso entregas al Hijo del Hombre?” Otro evangelista precisa más: “ Amigo, ¿ a qué vienes?”. Le dice “ amigo”, del que en la cena última dijo: ¡ Ay de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valiera no haber nacido”.  Pero no le guarda rencor, es un reproche. El sigue siendo su amigo. Judas, no.Tremenda pregunta y la más innoble forma de traicionar: ¡ con un beso! La máxima expresión de amor que nace del alma más que del cuerpo: un beso. Ese “ Judas”, es el adelanto y premonición que Jesús ve a lo largo de la Historia de los “ besos”, amores falsos y traiciones de, sobre todo, los suyos. Lo que le hizo sudar gruesas gotas de sangre que caían hasta la tierra. Lo que le hizo apagar y reventar su corazón de amor, despreciado, más que la crucifixión y la lanzada del costado, pero no su amor.

“¡ Jerusalén, Jerusalén! Que matas a tus profetas y a los que te son enviados. ¡Cuántas veces he querido acogerte como la gallina acoge  a sus poyuelos bajo sus alas y tú no has querido!” Y, llorando, Jesús anuncia el castigo por su rechazo, la autodestrucción, provocada, no por Dios,sino por las maldades del pueblo. Como suele ocurrir en todas las maldades de la Historia. Otra muestra de la increíble delicadeza y sentimiento humano de Jesús. Antes, condenó usar, para traicionar, nada menos que un beso. Ahora, compara su ternura y su deseo de salvar a su pueblo con la gallina acogiendo a sus poyuelos bajo sus alas. Pocas expresiones, si las hay, encontramos en la historia de los pueblos, de tanta ternura, de tanto dolor humano, de tanta tristeza de amor rechazado, como en esta escena de Jesús frente a su pueblo,Jerusalén, llorando.

“ ¡ Lázaro, sal fuera!” Un vocativo  imperioso, una llamada de la muerte a la vida. Después de sentir tristeza y llorar, hasta hacer exclamar a los presentes: “¡ Cómo le amaba!” y a algunos: “ ¿ No pudo este hacer que no muriera?”, la llamada a Lázaro estremece a todos y responde a la incredulidad, a las dudas, de tal manera y con tal evidencia, que unos creen y lo van a aplaudir ya mismo y, para otros, va a ser su sentencia de muerte definitiva. Ya lo dijo ante el sepulcro: “ Padre, yo sé que tú siempre me escuchas, pero para que estos crean que tú me has enviado”.

“ Padre, Abba, todo te es posible; aparta de mi este cáliz; pero si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, no se haga mi voluntad sino la tuya”. Esta invocación, este vocativo, hasta con la tierna e íntima invocación de Abba, papá, en hebreo, común en todas las lenguas, como un diminutivo entrañablemente cariñoso con  el “Papá que sabe que” lo ama y lo escucha, pero que hay algo  más importante y preciso, al parecer, para el Papa y para el Hijo: “ Tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo Unigénito, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El”. Dice el discípulo amado, Juan. “ No con oro ni con plata, sino al precio de su preciosísima sangre hemos sido rescatados por El”. ( San. Pedro en su primera carta). “Y sudó como gruesas gotas de sangre que corrían hasta el suelo”.

“ ‘ Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!”. Después de esta invocación reclamando el perdón de los que lo mataban, llega hasta su máxima invocación, una de las más misteriosas como la de Jetsemaní. Incomprensible humanamente. El, que quería dar su vida, allí, parece que no quiere. Aquí, con esta terrible invocación” ¡ Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” Cuando dijo siempre  que El nunca está solo, porque el Padre “ siempre está conmigo”, ahora grita, invoca, parece que se queja y protesta, sin dejar, por eso, de sentir amor al Padre, ya que le dice “ Dios mío”. Ya en la resurrección dijo: Subo al Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. Y tantas veces llegó a decirles a los incrédulos judíos:” El Padre y Yo somo uno”. “ No te apedreamos por las obras que haces, sino porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. Ellos le respondían. “ A sus discípulos: “ El que me ve a mi, ve al Padre”. Entonces ¿estas palabras de queja y abandono¿ cómo se entienden? Muchas de las palabras de Jesús, a través del evangelio, hacen referencia a las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, de los profetas y los salmos. Si leemos el salmo 22 de la biblia, vemos con tremenda sorpresa que, a partir del versículo 2,setecientos años antes, todo lo que va describiendo es una copia casi al pie de la letra de lo que pasó Jesús crucificado. Comienza, precisamente con esas palabras: “ ¡ Dios mío, Dios mío¿por qué me has abandonado?” y sigue describiendo con detalles minuciosos “ han taladrado mis manos y pies, y se pueden contar todos mis huesos,se burlan y menean la cabeza, se han repartido mis vestidos y han echado a suerte mi túnica, seca está mi lengua como un tejón, y dijo: “ tengo sed”, en mi sed me dieron hiel y vinagre…Jesús lo que estaba diciendo era el comienzo del salmo 22, no era una simple queja. Toda su vida era una referencia y un cumplimiento de las promesas mesiánicas, de los profetas y salmos. Y esto lo completa el profeta Isaías en el Poema del Siervo de Yavé: …” fue condenado con un jicio iniquo (Pilato), intercedió por los pecadores, fue contado entre los malhechores en su muerte…

“¡ Jesús,acuérdate de mi cuando llegues a tu reino!” . Invocación inaudita. El vocativo es el nombre de Jesús y le suplica que se acuerde de él, creyendo que es el Mesías, el Rey verdadero de los judíos. Escuchó decirle a Pilato: “ Mi Reino no es de este mundo”. Y , en la desesperación, no le pide que le libre, como su otro compañero crucificado. Solo que se acuerde de él cuando llegue a su Reino. Misteriosa fe, increíble humildad. La respuesta no se hizo esperar: “ Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

“ ¡ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! “ última invocación. El por qué me has abandonado, ya sabemos su interpretación. Este vocativo, Padre, habla de espíritu, es decir, alma. Hombre, humano, con cuerpo y alma. Encomienda en las manos del Padre su alma, que, luego, en la resurrección, volverá unirse a su cuerpo. Porque en las manos de Dios Padre no se perderá. Su  alma como espíritu, no el Espíritu Santo. Porque “ como poseía el Espíritu, el Espíritu Santo, volvió a la vida” dice la Escritura. El Espíritu Santo es el que da la vida, la resurrección. Tan Dios como el Padre y el Hijo. Y es el que da la vida al mundo y a toda la creación. “ Yo doy mi vida.Yo tengo poder para darla y poder para volverla a tomar.” Llegó a decir.

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