(Antonio Serrano Santos) Le preguntaron a San Juan Pablo II si iban a hacer santa a la Madre Teresa de Calcuta. El respondió: “ La Madre Teresa ya es santa””. Yo digo lo mismo de la Señorita Laura: “ Ya es santa”. Pero es necesario, como con todos los santos canonizados, que sea conocida, para que sea conocido también Dios, Jesús, en sus santos. Para que aumente la fe de muchos; salgan de sus dudas los inquietos en la fe, y puede que los alejados se acerquen a la fe. Y, sobre todo, sea imitada por otros, cada uno según su estado de vida.

Esa es la finalidad de las canonizaciones. Porque santos hay, tan importantes como los canonizados, ocultos en sus vidas, y Dios, en sus planes misteriosos de amor, nos lo hará saber un día para sorpresa de todos.

La señorita Laura no hizo milagros conocidos. Fue toda su vida un verdadero milagro. De amor, de pobreza, de humildad, de sufrimiento aceptado y amado, de confianza absoluta en la Divina Providencia. Por sus niñas y por todos los que la conocieron.

Me preguntó Antonio Salas, el postulador de la causa de canonización, si llegué a conocerla.Yo no llegué a conocerla pero estuve cerca de ella sin saberlo. De muy joven, junto a otros dos compañeros de estudios, seminaristas, entonces, pasamos un tiempo en una escuela rural de los Llanos de Álora, dando catequesis a los niños. Son sorprendentes y reveladores los caminos de la Providencia en nuestras vidas. Uno de mis compañeros, Francisco Salinas, seria años después, Párroco de Álora, Don Francisco Salinas. Yo seguí otro rumbo según la voluntad de Dios. Muy conocido, amado y añorado, después de su muerte, a temprana edad. Era más joven que yo unos años. El pueblo sabe cuánto hizo de bien en Álora. Era, lo que cuento, sobre los años cincuenta. A punto de cumplir los noventa años, no recuerdo muchas cosas. Pero las que vienen a mi memoria conservan la nitidez imborrable de sus imágenes.

Conocí a la Señorita Laura, no me canso de llamarla así, como muchos, a través de Ángeles López Gutiérrez, amiga y compañera colaboradora con artículos en el diario digital Ymalaga de Paco Rengel, tan buena persona que no necesito decir en paz descanse, porque está con Dios y con la Señorita Laura. Me pidió Ángeles le aconsejara qué hacer para promover el proceso de canonización de Laura Hilla. Le dije que fuera al obispado de Málaga y allí le informarían de todo. Además, le aseguré que no tenía la más mínima duda de que su proceso se iba a incoar. Sólo con ver el rostro de la Señorita Laura, y saber suficiente sobre su vida, ya es una dulce recompensa. Canonizada, ya digo, no me hace falta verla, porque ya es santa, y mi edad, sin un milagro, no me lo permitirá.

Ángeles ha movido tantos hilos y tantos han colaborado que ya se ha dado el primer paso seguro y será canonizada. Para honra de Álora y de la Iglesia Católica. Hoy ya se la venera como Venerable, Sierva de Dios.

Sólo con contemplar su rostro se adivina su santidad. La vejez no suele ser atractiva. Lo es cuando refleja sufrimiento y bondad. A mí me atrae esa mirada, y en su vejez, más. Hay algo en su mirada que trasciende este mundo y parece adivinar y transmitir lo que otros no vemos. Una especie de alegría dulce y tímida apenas asomando desde lo más hondo de su alma contemplativa, y como añorando ya el Paraíso para ella y para sus niñas. Sus horas de oración ante el sagrario y sus viejos zapatos rotos con una plantilla de cartón para tapar los agujeros y protegerlos de la humedad, ahorrando para sus niñas y guardando las sobras para otro día, nos hablan de su espíritu de pobreza. “ Recoged los pedazos sobrados para que no se pierdan” Jesús, a sus discípulos, después de multiplicar los panes. Y, luego, se fue al monte él solo para orar. Ese era el espíritu de la Señorita Laura. Todo santo es una imagen de Jesús, repetida, en cada uno de ellos y ellas, para este mundo.

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