(Antonio Serrano Santos) A padres de familia, educadores, profesores, médicos, trabajadores/as sociales, cristianos comprometidos, misioneros, misioneras, religiosos, predicadores, cristianos perseguidos.

“ Sin saber quién recoge, sembrad,

serenos, sin prisas,

las buenas palabras, acciones, sonrisas;

sin saber quién recoge, dejad

que se lleven la siembra las brisas.

 

Con un gesto que ahuyente el temor,

abarcad la tierra,

en ella se encierra

la gran esperanza para el sembrador.

Abarcad la tierra.

 

No os importe no ver germinar

el don de alegría.

Sin melancolía,

dejad al capricho del viento volar

la siembra de un día.

Las espigas dobles romperán después;

yo abriré la mano para echar mi grano,

como una armoniosa promesa de mies

en el surco humano.

 

Brindará la tierra su fruto en agraz,

otros segadores

cortarán la flores,

pero yo habré cumplido mi deber de paz,

mi misión de amores.”

( Cristina de la Cruz Arteaga y Falguera)

Don Ramón Buxarrais, todavía obispo de Málaga, vino a celebrar una misa de confirmación de unos alumnos del colegio San José, de Campillos. Llegó con un diácono de raza negra. Sonó el armonio manual, al entrar, con “Tocata y Fuga” de Bach, por un alumno que ahora es un célebre concertista en Europa. Luego, nos dijo que se quedaron de piedra al escucharlo. Pero, bueno, lo que quiero decir es lo que me dijo finalizada la confirmación: Antonio, cuando tengan 50 años se verá el fruto.

Esta introducción es una acertada y esperanzadora lección práctica para, como decimos al principio, a todo el que se relacione con gente cercana y necesitada de apoyo de la clase que sea, sobre todo, con los jóvenes, y más, los de hoy. La paciencia infinita necesaria de padres y madres debe ser como la de Dios. Por muy difícil o imposible que parezca la educación y la recuperación de un joven o una joven, siempre cabe la esperanza de que se puede conseguir el fruto de nuestros desvelos. Y, en general, todo esfuerzo de salvar o de recuperar un alma desviada, o aparentemente perdida, tiene su fruto, aunque no lo veamos de inmediato. “ Dios todo lo recompone si el hombre, humildemente se lo pide”.

Para los misioneros y los predicadores, sea en persona o por los medios modernos, las redes, les viene bien los primeros versos: “ Sin saber quién recoge, sembrad, serenos, sin prisas; las buenas palabras, sonrisas. Sin saber quién recoge, dejad que se lleven la siembra las brisas. Con un gesto que ahuyente el temor, abarcad la tierra( hoy el mundo entero, con las redes sociales); en ella se encierra la gran esperanza para el sembrador. Abarcad la tierra. No os importe no ver el don de alegría. Sin melancolía, dejad al capricho del viento volar la siembra de un día. ( La esperanza que siempre es alegre, porque al sembrar es Dios quien hace nacer el fruto, es la fuerza y la confianza del sembrador que lanza la semilla al viento y llega a donde él no sabe pero sí sabe lo que dijo el Señor: “ Mi palabra( la semilla) no volverá a mi vacía) “Brindará la tierra su fruto en agraz. Otros segadores cortarán las flores, pero habrá cumplido su deber de paz, su misión de amores.”

Los padres, educadores y todos los que tratan con jóvenes, no verán, quizás el fruto de su amoroso esfuerzo. Pueden pasar cincuenta años, como dijo Don Ramón, misionero antes y obispo después. Pero pueden tener la completa seguridad que su amor, lucha y sufrimiento, darán su fruto si siembran los padres en su familia, los educadores en sus ambientes, “ sin melancolía, con esperanza, con fe, serenos, sin prisas, con buenas palabras, acciones( ejemplos, no solo palabras) sonrisas. Otros segadores recogerán ese fruto. Pero habrán cumplido su deber de paz, su misión de amores. Dios no les va a pedir más si así lo hacen. Una sonrisa, una palabra amable, una mirada cariñosa con el que te escucha, un poco de paciencia, aunque cueste, hacen milagros. Una sonrisa despierta otra sonrisa, una palabra amable arranca otra palabra y respuesta amable hasta al enfadado, un buen ejemplo arrastra el buen ejemplo.

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