(Antonio Serrano Santos) .. y cuando  estaba muriendo, ella, con lágrimas silenciosas, la acariciaba pasando la mano, cariñosamente, por el lomo; y, conociendo que era una de la familia, movía la cola, igual que hacía  siempre, cuando se sentía contenta, en medio de la familia. Tenía quince años, y llegó con tres.

Nela era una podenca alta y  esbelta, de estampa admirable; noble y tímida, asustadiza, continuamente, por el recuerdo de los malos tratos recibido desde cachorrita. Color canela, de ahí el nombre que le pusimos: Nela. Patitas como con calcetines blancos, y blanco, también, el triángulo  alargado en la cabeza; y blanca, la  punta de la cola, airosa y levantada, menos en momentos de miedo. Enamoraba a la vista. Algunos quisieron comprárnosla, pero era invendible. Una más de la familia.

Su nueva ama, en una visita a un cortijillo de unos amigos, la vio atada a un árbol, en una mañana de calor;  observó que tenia una cuerda atada al cuello pero no podía llegar fácilmente a una lata, medio mohosa, de agua caliente, por lo que tenía el cuello desollado. Cada día recibía unos mendrugos de pan. Lo que suelen hacer los cazadores para mantenerla delgada y ágil. Pero ella no servía para la caza. Así que la dejaron para cría de podencos.

Impulsada por la lástima, se le acercó la que sería su nueva ama; la desató, la llevó a un grifo y, con la manguera, la lavó, observando que estaba plagada de regnos, pulgas y garrapatas. Sin dudarlo un momento, ante la mirada asombrada de los dueños, la subió en el coche y se la llevó, diciendo que los denunciaba si no la dejaban llevársela.  Ellos, por la amistad, no lo impidieron, cediéndosela, con palabras tímidas de ir a verla algún día.

Desparasitada, limpia de nuevo, vacunada y con su  chip, fue recibida con alguna queja porque ya había en la casa dos perritos más. Pocos días después, la gran sorpresa: trajo a este perro mundo, nunca mejor dicho, cuatro preciosos cachorrillos; uno, blanco como un peluche de algodón. Uno de los hijos, futuro dueño, los repartió a personas buenas diciendo que no vendía esclavos. Sacamos vídeo en el parto en ese momento maravilloso del milagro de la vida naciente.

Mientras amamantaba, solo se podía acercar a ella su ama y salvadora. Le cogió un cariño tal que no se separaba de ella ni para dormir. Cuando la sacaban, toda miedosa, la miraba con ojos de susto, suplicante, como diciendo que no quería salir y separarse de ella. Y se sentaba en el suelo entre sus piernas, mirando a su alrededor. Tan a gusto estaba, después de su vida de martirio, que se dormía panza arriba, retorcida como si fuera de goma, como si le hubieran dado un tiro y cayera muerta. Soñaba y gemía recordando en sueños su triste experiencia en el campo.

Tanta ternura y cariño mostraba, fruto de su agradecimiento animal, que obedecía cualquier gesto de cariño ,moviendo la cola con fuerza y mirando como un ser humano. Entendía todos nuestros movimientos y hasta los pensamientos. Un gesto bastaba para que hiciera lo que se le pedía sin ninguna palabra, y adivinaba. Increíble. Era de esos animales a los que se les pueden enseñar cualquier cosa como en el circo. Ya con años, la operamos a vida o muerte. Se salvó y pasó la noche con la veterinaria en pura duda de su recuperación. Hasta este momento, vivió unos años más. Hoy, un paro cardíaco, de breve agonía, con las lágrimas de la que la acariciaba, murió moviendo la cola, señal de alegría y agradecimiento.

Todo en la naturaleza tiene su significado y su finalidad. Ni una piedra deja de tener sentido en el conjunto de los seres, animados o inanimados, del misterioso y grandioso universo. Y todos traen un mensaje a la tierra, a los humanos. No existen por casualidad, ni dejan de tener cada uno un valor y un puesto en la naturaleza y en la vida, no solo importante, sino hasta definitivo, para ayudarnos a desentrañar el misterio y finalidad de nuestra existencia.

El ejemplo de ternura, de gratitud, de fidelidad, de alegría, de amistad insobornable, casi humana, y, a veces, mejor que los humanos, es el reflejo de la ternura, de la sabiduría, de la bondad del Creador que los trae a nuestra vida, a esos ángeles de la guarda, de la compañía, de la paz y el sosiego. Son los mensajeros de Dios. Puedes morirte que te acompañarán hasta después de muerto. Puedes reñirle y castigarles que no te guardarán rencor. Te miran y te adoran como a su dios. Te avisan y te salvan de los peligros.¿ No es esto un ángel guardián?

¡ Y cuántos, insensibles, criminales, los maltratan, abandonan, matan! Es un  pecado contra Dios, su Creador. Un pecado “ ecológico”, del que tiene que  arrepentirse y confesarse, el cristiano que así los trata. Y el que no, debe arrepentirse y remorderle la conciencia.  Su presencia y compañía, alegre y fiel, nos está diciendo algo. Como cuando el “ poverello” de Asís, que decía” hermano lobo, hermana agua, hermano sol, hermana pobreza, hermana muerte”, pasando por una vereda, y daba con su bastoncillo a las humildes florecillas de la vera del camino, diciéndoles: ¡ Callad, callad, que ya sé lo que me queréis decir!”. Lo que nos quieren decir Nela y todos los animales mensajeros de Dios. Así y todo, sus mensajes, que nos hablan de agradecimiento y amor, solo nos dicen algo, pero no todo lo que Dios nos quiere decir : “ Ni pasó por la mente , ni por el corazón del hombre, lo que Dios tiene preparado para los que lo aman”, a El, como Creador, y a sus criaturas.

“ No quieras enviarme, de hoy, ya más  mensajeros/ que no saben decirme lo que quiero ./ Y todos más me llagan/, y todos van muriendo/ y todos van dejando un no sé qué que queda balbuciendo”.

…y mientras la acariciaba, pasando, cariñosamente, la mano por el lomo, Nela movía la cola, agradecida, como cuando estaba contenta en medio de la familia, sabiendo que era una de ella.

Dios no destruye nada de lo que ha creado. “ Haré tierra y cielos nuevos” Dice. No habrá destrucción, ni aniquilación. Después de la creación, “Nada se crea ni nada se destruye”. Todo se transforma. Absolutamente todo

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