(Antonio Serrano Santos) Don Hilarión, en la “ Verbena de la Paloma”, cantaba: “ ¡ Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, una barbaridad… ¡” . Parece que ya no hay límites para el futuro de la ciencia. Ya la ciencia ha adelantado tanto que sobrepasa sus propios límites científicos, materiales, e invade, incontenible, los campos que siempre han estado fuera de su competencia: el arte, la parasicología, el espíritu…y hasta le religión. Científicos han llegado a afirmar, rotundamente, que el futuro de la Humanidad y de la ciencia está en la oración. La oración. La contemplación. Algo con connotaciones de la mística oriental y del mismo cristianismo. “ O el hombre llega a ser espiritual o no será nada”. “Ciencia: Nombre genérico de las distintas ramas del saber humano en especial las que tienen el mundo natural o físico o la tecnología como materias de estudio”. O más brevemente, a diferencia de la filosofía: El estudio de la realidad material por sus causas inmediatas. Y la filosofía estudia la realidad por sus causas últimas. La primera, el por qué inmediato; la segunda, el por qué último.
Tanto el mundo material como el inmaterial, la materia como la energía; el cuerpo como el espíritu, son un misterio para la ciencia y la filosofía por mucho que adelante la primera y por mucho que investigue la segunda. Hasta se da la paradoja de que cuantos más misterios o descubrimientos consigue la ciencia, cada uno de ellos se convierte en la puerta de nuevos misterios y la invitación a la natural e incontenible afán de seguir investigando del ser humano.


Si prescindimos de lo mítico o científico de la narración bíblica de la creación, aceptando la existencia de Dios, y nos quedamos con la afirmación, puramente religiosa : “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, tenemos al hombre como un pequeño gran dios con voluntad, libertad e inteligencia a semejanza de Dios. Esa puede ser la explicación de hasta dónde está llegando en los adelantos científicos: astronomía, viajes espaciales, medicina, tecnología…desde su habitat en la era cavernaria.
Dijimos antes que parece que la ciencia y, por supuesto, el trabajo del hombre, no tiene límites. Y también parece que, si aceptamos el plan de Dios de hacer al hombre a su imagen y semejanza, su futuro está en “trascender los límites del ser humano, algo para lo cual está ya predispuesto desde la creación, como esperanza y posibilidad, por su semejanza con Dios. “ (Cita copiada)
Hemos dicho “ trascender” los límites del ser humano. El antropólogo jesuita Theilard de Charden, en su teoría evolucionista Alfa y Omega, expone que el hombre tiende a llegar, por cierta evolución, a la transformación y glorificación en todo su ser a semejanza de la resurrección y glorificación de Jesucristo. Esto no es un criterio o teoría puramente religiosa. Se basa en bases científicas pero de la nueva ciencia que ya no excluye ningún campo de investigación.
Todo lo dicho hasta ahora sirva de preámbulo de lo que, a continuación, dejaría, a Don Hilarión y a nosotros mismos, cantando indefinidamente lo de “ Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”.
Se clonan seres vivos, se “ resucitan” a partir del ADN. Hasta se intenta con seres humanos que la ética está rechazando. Las señales de una emisora llega al receptor, o televisor, llegan hasta nosotros las ondas espaciales, estamos comunicados , prácticamente, con el universo esperando respuestas. Todo esto se desarrolla en la dimensión espacio- tiempo. ¿ Quién niega, hoy, la posibilidad de reproducir imágenes y sonidos del pasado sabiendo que entre la emisión de una imagen y un sonido y su recepción hay un espacio y tiempo que hace que la imagen y el sonido, en su salida o emisión sea un pasado y al llegar es un presente?
Toda imagen y sonido queda “ grabado” en el espacio como energía y puntos a reconstruir a su llegada. Se podría, por tanto, “ reproducir” esas imágenes y sonidos. Y ya, entramos en el campo de la ciencia ficción, que no lo es tanto, podríamos contemplar personajes y escenas del pasado. Nuestros bisabuelos, o tatarabuelos, ni soñaban con los adelantos de la ciencia y se reían y los tachaban de superstición o magia. Todavía algunos, hoy, no creen en el viaje a la Luna.

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