(Antonio Serrano Santos) El obispo de Managua ha sido asesinado de un tiro en la cabeza. Otro obispo, secuestrado, se sospecha que ha sido asesinado también. Obispos y sacerdotes, amenazados de muerte. Por defender al pueblo, a los pobres. Otros opositores también han muerto. A manos de grupos paramilitares. Amenazados también por el propio Ortega.

Ya, Oscar Romero, hoy canonizado, también fue asesinado desde la puerta de la iglesia mientras celebraba la santa misa. Todo por defender a los pobres campesinos del abuso de los terratenientes y de otras altas instancias. Que no es el mensaje esencial solucionar los problemas sociales, que también, como Jesús dio de comer a las muchedumbres y curaba enfermos, sino el mensaje es el mismo Jesús, su ejemplo y enseñanza, su misma vida, el perdón, el amor y la paz y la vida eterna. Y eso va en contra de las ambiciones terrenas de muchos. El ejemplo de Jesús y de los verdaderos cristianos es un reproche a la mala vida y ambición, y eso, como a Jesús, les lleva a crucificarlos por envidia y rabia. Como en Nicaragua, esto se está repitiendo en otras partes del mundo, de una forma u otra, en una manera de martirio, cruento o incruento. Si no con muertes, con persecuciones, marginaciones, intentos de hacer desparecer todo vestigio de la religión católica, ridiculizando, profanando, humillando, amenazando, política y socialmente, como en España, durante las repúblicas, la guerra civil y actualmente.

No se pueden aducir los malos ejemplos de cristianos, curas y no curas. Porque el ataque va directo a la esencia del cristianismo, de la fe, de la religión, sin tener en cuenta personas santas y buenos cristianos. Sólo por el hecho de ser cristianos, no por motivos políticos. Y lo mismo está ocurriendo ahora en Nicaragua, Venezuela, y gran parte del mundo, incluida la España actual. En Nicaragua han asaltado los sagrarios, han derramado y pisoteado las hostias consagradas, como algunas profanaciones recientes en nuestra España. Puro odio, ignorancia inexcusable, malicia consciente, perversidad al máximo, sadismo diabólico… Y, contradictoriamente, antidemocrático.

Tal vez, hoy, ahora mismo, en nuestro país, la prueba más evidente, aparte de las profanaciones y demás actitudes contra la Iglesia y los católicos, sea el emblemático Santuario del Valle de los Caídos, con su gigantesca Cruz en la cúspide del monumento y sus cuatro evangelistas, obra del famoso escultor Juan de Avalos. Lo que debería ser considerado como un intento de reconciliación, por eso están ahí enterrados de las dos Españas, se ha convertido en un arma de combate ideológico renovación del odio de hace ochenta años. ¿ Serán eternas las palabras premonitorias de Machado?:” Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas te helará el corazón”. Porque no es Franco el motivo de su exhumación, ni los enterrados. Franco no quiso ser enterrado allí; no era un caído de la guerra; murió en su cama. Pero lo enterraron allí. Exhumarlo por no corresponderle ese sitio, podría parecer bien y justo. Pero no es ése el motivo esencial.

El mismo espíritu destructivo contra los católicos y su Iglesia es el que quiere, no sólo exhumar a Franco, sino, como dicen algunos, dinamitar el Valle de los Caídos, con su gran cruz del pináculo. Es la Cruz, al fin, no el Valle de los Caídos. Es la Cruz y todo lo que ella representa. Pero la destrucción de la Cruz sería inútil, porque, tanto ella como lo que representa, son indestructibles, como lo han sido siempre, por más embates que han sufrido a lo largo de los siglos. Es la promesa de su fundador: “ …y los poderes del infierno no podrán contra ella”.

Como decimos en el título de este artículo: “ La Cruz está firme, inamovible, mientras el mundo se revuelve y cambia siempre”. Han pasado y caído civilizaciones, imperios, sociedades, enemigos tremendos de los cristianos, de la Iglesia. Han ido despareciendo y, a pesar de los enemigos interiores, de los malos cristianos, curas y no curas, ella, la Cruz, la Iglesia, Jesucristo, su fe, su amor y esperanza, siguen. Siguen; es más, seguimos el mandato increíble: “ Amad a vuestros enemigos ( que no significa siempre sentir afecto), orad por ellos…”. “ Si a mi me persiguieron, también os perseguirán a vosotros. Si escucharon mis palabras, también escucharán las vuestras. Y esto lo harán porque no me han conocido a mi ni a mi Padre”. Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y siempre; y la Cruz y la Iglesia, también son las mismas ayer, hoy y siempre. Si los enemigos de dentro no han podido destruirla, mucho menos los de fuera. Cruces hay, e imágenes de Jesucristo, en la cima de las montañas, en lo profundo del mar, en innumerables edificios, monumentos, casas, en toda Europa y gran parte del mundo. “Stat Cruz”. Y no es un símbolo de guerra, de enfrentamiento, sino, como decía el “viejo profesor”, socialista, Tierno Galván: Dejadlo ahí( el crucifijo) que es un símbolo de amor y a nadie puede molestarle un hombre que muere por amor, perdonando”.

Nicaragua, Venezuela, Corea del Norte, China comunista, la Rusia marxista leninista, estalinista, España en su historia y parte de la actual, el Estado Islámico y sus gobiernos, van desapareciendo, revolviéndose, cambiando. La Cruz, la Iglesia, la fe, la religión católica, los católicos, están ahí, firmes, inamovibles, sin cambio, como la Cruz, resucitando, como un ave fénix sagrado, cuando, aparentemente, parece que en ciertos momentos, va a desaparecer.

Todos somos mártires, que significa testigo, que pasamos el testigo, en esta trascendental olimpiada de muerte y vida eterna. De amor, de paz, de fe, de esperanza. Desde los más humildes y sencillos creyentes hasta los grandes maestros y santos de su Historia. Porque hoy, como siempre, ser cristiano( católico) es un martirio, un heroísmo, cruento, unas veces y, otras, por lo común, incruento. Se acabó, hoy más que nunca, el cristianismo cómodo, que para el verdadero cristiano nunca lo fue. Las persecuciones descubren a los falsos cristianos que se acobardan ocultando su condición, mientras que se manifiestan los verdaderos con la valentía de los mártires. De ahí la afirmación del historiador Tertuliano: “ La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. “ Martirio es el dolor de cada día/ si en Cristo y con amor es aceptado/. Fuego lento de amor/ que, en la alegría de servir al Señor, es consumado.

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