Nunca me imaginé esta condena
que me obliga a ver el mundo
desde este lado del cristal.
El silencio no es atroz,
la luz inunda las coloraciones,
el aire es más puro que nunca.
Los pasos ya no se consignan entre calles,
los días se suman a los sueños
y una propagación de peces
hacen de aquél rival un recuerdo indiferente.
Pedaleo en las horas que bajan del piso 12,
un decreto apagó el rumor constante de los oficinistas,
se ha detenido el reloj en la alfombra
que vuela en el amor sus acertijos.
Juego en el salón un baile de máscaras,
tengo un océano en las tripas,
el verde se traga todo el sol,
deambulo de salto en salto
mientras suenan los pájaros.
Subo una montaña más, filas de libros,
pedaleo y la sangre hierve en su poltrona,
un kilómetro más, la boca seca,
llaman a la puerta tres zapatos,
entran a este jardín de aplausos y de albatros.

(Helena Trujillo Luque) 22/03/2020

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