(Antonio Serrano Santos) “ El  ARTÍFICE supremo,( Dios), no permitiría la existencia del mal si no supiera servirse de él para que todo concurra al bien”( San Agustín).

Es lo que, en refrán popular se suele decir: “ No hay mal que por bien no venga”. Para los que tienen fe estas palabras pueden servirles de algún consuelo. Y más aún, si tienen dudas sobre las faltas de su vida cristiana, esta otra, también de la sabiduría y experiencia de vida de San Agustín: “ Todo colabora al bien de los que aman a Dios. Hasta los pecados”. Es decir, que Dios permite el pecado hasta en los buenos, para que aprendan, por ejemplo, humildad, que no se lo crean de buenos siempre. Santos hay, muchísimos, que han pasado por esta prueba o experiencia.

Para aquellos que, por cualquier causa, no tienen fe, o la han perdido, no encuentran respuesta convincente o intentan descubrirla por otros medios, naturales, científicos, filosóficos…Pero, al final de sus discusiones, no lo admiten rotundamente. Porque la ciencia nunca da una afirmación definitiva; siempre es provisional, ya que en una época se demuestra los contrario que en otra.

Es como los que se pierden en un laberinto de elucubraciones para demostrar la existencia o no existencia de Dios, y no lo consiguen por la falta de evidencia física en los dos intentos. Solo por la fe y por la observación de la naturaleza  y del universo se puede llegar al conocimiento de Dios, a intuirlo, no físicamente.

Pero para ambos sí  hay una terrible evidencia : existe el mal. Y el mal en todos sus formas  y manifestaciones. Y ese mal sí que les plantea la clásica pregunta: ¿ Por qué? Y la pregunta se la hacen los dos modos de creer y no creer. ¿ Hay una respuesta que pueda convencer a ambos?  En el evangelio se narra la posesión diabólica de personas. Dios lo permitía, pero, luego, los liberaba Jesús, con lo que demostraba su presencia como el Mesías, Hijo de Dios, que venía, precisamente, a eso, a liberar al mundo del diablo, del poder de la tinieblas. No cabe duda que el mundo está, ahora, como poseído por el Poder de las Tinieblas. Y por  la maldad, el pecado generalizado, como consecuencia.  Dios no creó al hombre para la muerte, sino para la vida, y vida eterna. Y ama todo lo que ha creado, porque, si no lo amara, no lo habría creado. Pero, como dijo el mismo Jesús”: Por envidia del diablo entró el pecado en el mundo, y, por el pecado, la muerte”

Vamos a poner, por ejemplo, y por su actualidad,al coronavirus, como la máxima representación de todos los males. Y como una permisión de Dios, como con los posesos. Y nunca mejor dicho, porque en la historia de la Humanidad, hasta ahora, como lo reconocen todos, nunca, jamás, ha llegado este mal, esta clase de pandemia a tantos niveles de extensión e intensidad, personal, física y geográficamente. Ni con tanta rapidez.

Ya se dijo arriba que para los creyentes, al menos los católicos, hay una respuesta pero que se admite en el ámbito del misterio. Dios es bueno y no puede querer el mal; sería contradictorio un Dios malo si su esencia es ser bueno. Queda la respuesta de la permisión. Dios permite el mal. ¿ Dios permite, por ejemplo, el coronavirus? ¿ Por qué? Pero resulta que Dios ha permitido males mucho más terribles que el Cov19 a lo largo de la Historia. Para el cristiano, ¿ hay un mal más grande que las injusticias, sufrimientos y crucifixión de Jesús, el Hijo de Dios? Y el Padre, Dios, lo permitió. Es más, fue su voluntad, permisiva, claro, pero voluntad.” Hágase tu voluntad y no la mía”. El no quería, pero la aceptó. Como el cristiano no quiere el dolor y la muerte y los acepta.

Si Dios se sirve del mal para el bien, o mejor, si Dios saca del mal el bien, entonces el mal tiene una respuesta, una justificación. Una explicación. Del coronavirus Dios tiene que servirse para un bien. Lo permite, no lo quiere. ¿ Cuál puede ser ese bien? Cuando el organismo de un enfermo está todo él mal, el médico no aplica remedios parciales. Intenta remediar, curar, todo el organismo, aunque el enfermo tenga que sufrir mucho y hasta perder algún miembro u órgano. Hasta ahora, en la historia de la Humanidad, ha habido epidemias, pestes, maldades, guerras, matanzas, holocaustos, eliminación de la vida de niños, ancianos, enfermos…Todos localizados en países concretos.

Pero el mundo y la Humanidad, incluida la naturaleza, ha llegado a un estado general, una metástasis en la que todos esos males se han extendido a todo el mundo. No hay un solo lugar o país de nuestro mundo donde no hayan llegado, se defienda, practique y se imponga hasta por ley esos males. Necesita una cura urgentísima. La humanidad, el mundo, no pueden estar más mal y enfermos.

Del mayor mal sacó Dios el mayor bien.¿ Qué bien mayor hay que El nos de la máxima prueba de su amor muriendo en una cruz,perdonando nuestros pecados, horribles maldades, tantas veces, demostrando con su resurrección que no todo acaba con la muerte, que hay vida eterna y resurrección, que nos amemos todos como El nos ha amado y que en ese amor está nuestra salvación? ¿ Qué bien, entonces, puede sacar Dios del coronavirus? Por lo pronto, el arrepentimiento de nuestras maldades y pecados que ha alcanzado, como el coronavirus, a toda la humanidad actual, que ha logrado la máxima extensión e intensión, personal,universal, geográfica, espacial, y ha dañado y contaminado hasta la misma naturaleza. Con el encerramiento y aislamiento de todo el mundo en sus casas, la ha librado del emponzoñamiento y  podredumbre humano. Las playas, el mar, los ríos, la atmósfera ya no pueden seguir ensuciándolos y amontonando pirámides de basura, de plásticos y residuos químicos. Los animales andan y vuelan libres, lejos de los depredadores y cazadores furtivos. La contaminación está bajando por la paralización de los productores tóxicos. El mundo humano calla y la naturaleza habla y revive. El coronavirus no necesita vacuna. El ser humano sí necesita la vacuna del coronavirus, como un poseso necesita una mano que lo libere del Poder de la Tinieblas. Puede que la ciencia y la fe lo consigan. Nos obliga a  volver a valorar lo que realmente tiene valor. Que el materialismo destruye los valores espirituales. Está demostrando que los bienes materiales de este mundo deben servir a los valores espirituales como la justicia, la verdad, el amor, el respeto a la fe. “ El siglo XXI o es espiritual o no será”( André Malraux) De todas maneras, el coronavirus es un aviso. Como dice el Apocalipsis: “ …porque el tiempo está cercano. El que es injusto continúe aún en sus injusticias, el torpe prosiga en sus torpezas, el justo practique aún la justicia y el santo santifíquese más. He aquí que vengo pronto y, conmigo, mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras”.( Apocalipsis, 22, 11-13)

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