(Antonio Serrano Santos) Una de las fiestas más populares, como la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, es la de Todos los Santos. Las confiterías llenan sus escaparates de los famosos “ huesos de santo”; dulcísimos al paladar; en forma de” huesecillos” rellenos, dulcísimos, que hacen las delicias de chicos y grandes. Pero que , con uno o dos, no puedes más, menos los golosos. Los puestos de castañas asadas,con la bombilla de luz y las columnitas de humo, que atraen colas para recoger los cucuruchos de castañas calentitas y blancas de la sal  que queman al pelarlas, aguantando con gusto la quemazón, y el chisporrotear de la oya agujereada y removida, salteándola, de tiempo en tiempo, por el castañero o castañera.  Muchos se adelantan al día de los Difuntos, en su visita al cementerio. Es un día alegre y risueño en el que el sol suele mantenerse en el cielo como recordando que allí, en ese otro cielo, están esperándonos,alegres, también, aquellos que quisimos y nos quisieron tanto. Como dice esa canción : “ Yo también quiero resucitar/ ser feliz toda la eternidad/ y vivir con los que tanto amé/ una paz que no terminará/.”

El caso es que a los cristianos de la Iglesia primitiva se les llamaba “santos”. “ A los santos de la iglesia de…” Se dirigían San Pablo y otros a los cristianos de las recién creadas comunidades o iglesias locales. Hoy todo cristiano que vive el evangelio y está en gracia de Dios, es también santo.Sea mujer u hombre, rico o pobre, viejo o joven, de cualquier raza o país. No es necesario estar en los altares, canonizados. Solo algunos, como botón de muestra, escogidos por la Providencia y conocida y comprobada su vida heroica cristiana, sin necesidad de milagros, por la Iglesia, son canonizados; es decir, puestos como modelos de vida cristiana; luego, atribuido con toda certeza un milagro, para beatificarlo y otro, para canonizarlo, son incluidos en el canon; de ahí la palabra canonizar, en el canon, o lista de los santos, a través de los siglos.

Para ser santos basta con amar a Dios de todo corazón y a nuestros prójimos como a nosotros mismos, y como Jesús nos ha amado y nos ama. Seguir con humildad y fe las enseñanzas de Jesús, a quien conocimos, a El y  su enseñanza, a través de la Iglesia. Como nos dice San Pedro, en su primera carta: “ Jesucristo, a quien conocéis sin haberle visto, y a quien amáis sin haberle conocido”. Que ya esto es un milagro en el mundo en que vivimos.

La Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, es otra forma de recordarnos a los que murieron “ fieles”, es decir, como dijo Santa Teresa de Jesús, al final de  su vida santa: “ Al fin, muero hija de la Iglesia”. Murieron todos los que, arrepentidos de sus pecados y, por tanto, en gracia de Dios, pasando por el Purgatorio, para purificarse de las penas debidas por ellos, o directamente al cielo al no tenerlas . De ahí, para los primeros, la serenidad y caridad sublime de la Iglesia Madre, y de los cristianos familiares o no, que rezan ese día, especialmente dedicado a orar por sus almas.La Iglesia concede indulgencias, plenaria especialmente, aplicables a los difuntos, por las que salen del Purgatorio y, al llegar al cielo interceden por nosotros. Esa es la intención de los que dicen a sus seres queridos que interceda y siga protegiéndolos desde el cielo. Cuando se dice “ donde estés” pierde todo el sentido de fe, ya que el cristiano sabe que está en el purgatorio o en el cielo. Cuando decimos E.P. D. quiere decir en Dios, nuestra paz verdadera. “ Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”( San Agustín). Es descanso porque la vida, es, como decía San Jerónimo y la misma biblia: “ La vida del hombre es como una guerra”· Militia est vita hominis super terram”. Y por eso, en Dios, al morir, encuentra la paz.

De ahí que,como la lucha con el coronavirus, es “cuestión de vida o muerte” adoptar todas las medidas y precauciones para salvar la vida del alma y la del cuerpo que va con ella, como será la resurrección y la vida eterna. ¡ Cuántos están muriendo por esa falta de precaución en esta pandemia!. Sobre todo, jóvenes, que en su modo de ser impulsivos e imprudentes, se contagian y contagian. Muchos, sin miedo y hasta volviéndose violentos negando , o no queriendo ver, la realidad del peligro. Igual que ante la muerte y no por coronavirus. Simplemente, la muerte. Y, entonces, se cumple, para esos descuidados y para tantos otros no jóvenes, el dicho clásico” Como sea la vida así será la muerte”. “ Talis vita, mors ita”.

Por último¡ con cuánta alegría murieron los santos”. A muchos se les vio sonreír o conservar la sonrisa después. Como ese pequeño de 15 años, Carlo Acutis, hoy ya beato. Unos mueren llorando, desesperados, otros, sonriendo, confiando en la infinita bondad y misericordia de Dios. Pero Dios es tan sorprendentemente buen Padre, que de nadie, por muy mal que nos parezca que murió, se puede afirmar que se haya condenado. Muchos han muerto, arrepentidos, después de una mala vida, como el buen ladrón del evangelio, y Jesús no le afeó nada: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Hoy, conmigo. Santa Teresita del Niño Jesús cuenta que, siendo aun jovencita, pidió a Dios por el famoso criminal Prancini que se negaba a aceptar la cruz del sacerdote en el patíbulo. Y un momento antes de ser ajusticiado, cogió la cruz y la besó tres veces. Manuel Azaña, hizo lo mismo en brazos del que fue su amigo, el obispo de París. Y así tantos. Una mujer lloraba porque su marido se arrojó al río. El santo cura de Ars le dijo: “ Mujer, no llores. Entre el pretil del puente y el río está la misericordia de Dios”. Santa Teresita del Niño Jesús dijo; “ No muero.Entro en la vida”. “¡Ay, si no creyera que he de contemplar la bondad de Dios en el país de los vivos…!”, es un salmo de la biblia. Porque los muertos no mueren para siempre. “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para El todos están vivos”. Palabras de Jesús a los saduceos que no creían en la resurrección de los muertos.

No creo que haya otra mejor explicación para dar sentido a la vida y a la muerte.

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