(Antonio Serrano Santos) La naturaleza entera apunta y se dirige al cielo. Todos los árboles, todas las plantas y las flores, miran al cielo de donde les viene la luz, el calor y la lluvia fecunda que los hacen vivir y crecer. El campesino mira al cielo, esperanzado o preocupado, según la oportuna aparición del sol y la lluvia. La vida en la ciudad está muy condicionada a lo que el cielo disponga. Las playas, los ríos, el mar, dependen del calor y de la lluvia del cielo. Puede el hombre, cada vez más, con las nuevas tecnologías, predecir el frío, el calor, el viento y las lluvias, pero no puede controlarlos. Sigue siendo un misterio apasionante el abismo del espacio sideral. El infinito espacio, el cielo del universo.

La vida del hombre, como la de los demás seres vivos , depende del cielo. Nuestro planeta azul está envuelto en una sutil gasa protectora, como el bebé en la placenta de su madre, y el agua es como el meconio que lo mantiene vivo y palpitante.

¿ Qué misterio encierra el cielo? ¡ Cuántas referencias y simbolismos se utilizan. desde siglos, del cielo! En la literatura, la poesía, la filosofía, la religión, la música, el arte, en lenguaje coloquial y clásico…Todos con refrencias a las alturas, a ese misterioso “ cielo” universal, más allá de las estrellas, por encima del cielo azul de nuestro planeta. Donde no se sabe hasta dónde llega su límite si es que lo tiene, sea materia o energía, o lo que ignoramos que sea.

El hecho es que la palabra cielo abarca todas las formas de expresión, y todo su contenido, en su máxima calidad y cantidad, del pensamiento, del conocimiento y del amor y vida humanos. Es más intuición que certeza, pero sin la más mínima duda de que es lo que más queremos o deseamos, por encima de todas las cosas y deseos de este mundo, para nosotros y para los demás.

Voy a escoger unas cuantas de esas expresiones, de las infinitas que hay, para no cansar y que ya todos saben: “ Eres un cielo”. “Dime, cielo”. ¡“ Llamé al cielo y no me oyó”! “ Los cielos proclaman la gloria de Dios”. “¡ Gloria a Dios en las alturas…!” “Estos no se contentan con nada, quieren el cielo”. “ Jesús, elevando sus ojos al cielo, dio gracias y bendijo los panes” . “ ¡ Qué hermoso es el cielo azul,( la compañera de Lutero) Lutero: ese cielo ni es cielo ni es azul”. “ El cielo de la boca”. “¡ Santo cielo!” “ Estoy en el cielo” “ ¡ Cielos, qué es lo que veo!” “ El que escupe al cielo, le cae encima”. “ Alcanzar el cielo” “ Tienes el cielo ganado!”” Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos”. “ Padre nuestro que estás en los cielos…” . Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”. “ Padre, he pecado contra el cielo y contra ti…”

El cielo es sin duda herencia de la cultura cristiana como expresión de la máxima felicidad; como decía el antiguo catecismo: “ El conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno”. Cielo y tierra, como metáforas de lo espiritual y de lo material. Elevarse sobre la tierra es aspirar al cielo. “ Hay en la alegre sierra/ sobre las lomas/ unas casitas blancas como palomas/. Le dan alegre esencia los limoneros/ los verdes naranjales y los romeros/. La cruz bendita está muy alta./¡ Para llegar al cielo/ cuán poco falta!/. Este bello poemita da pie para contemplar el árbol , de entre todos los árboles, que más se eleva sobre la tierra y mejor se dirige y señala al cielo:

La Cruz. Misterio de dolor y de amor.

La cruz de Cristo. Símbolo y realidad del amor, del perdón y de la redención y camino hacia el cielo, de la muerte a la resurrección , a la vida eterna, destino feliz de toda alma buena que supo llevar la suya como el mismo Jesús. Intuye el alma el significado misterioso de la cruz. ¿Por qué escogió todo un Dios humanado el tormento de la cruz? ¿ No le bastaba una gota del infinito valor de su sangre, un acto de su voluntad, una palabra, como curaba a los enfermos y resucitaba a los muertos? ¿ Por qué no evitó desde el principio, desde la misma creación del hombre, esa cruz sobre los hombros de la Humanidad, del dolor, del llanto y de la muerte? “ Por envidia del diablo entró el pecado en el mundo, y, por el pecado, la muerte”. Dijo Jesús. Dios creó tanto al ángel como a los hombres, libres. No robots. Y fueron ellos, los ángeles caídos y el hombre desobediente, como hoy, los que sembraron y siembran el dolor y la muerte. Que Dios los creó para la vida, no para la muerte. No sería Dios si fuera culpable del mal. Queda, por tanto, el misterio. Pero un misterio de dolor que es ,también, un misterio de amor. Porque en vez de evitarlo, despojando al hombre de su máxima dignidad y mérito, la libertad y su semejanza con Dios, convirtiéndolo en robot, prefirió cargar El, también, con ese misterioso vía-crucis humano , acompañándonos, que le llevó hasta la muerte…pero también a la resurrección y abriendo el camino hacia la nuestra. Esa es la aventura y el mérito de la fe en los designios de amor de Dios, sobre la Creación.

No hay en toda la Historia de la Humanidad, ni en ninguna religión, filosofía o doctrina humana alguna, que pueda superar, ni dar esperanza mejor, a la pobre Humanidad, del destino y fin de la Cruz de Jesús de Nazaret, y del sentido y valor misterioso del dolor y de la muerte. Sólo tiene una explicación: un también misterioso amor de Dios, en Jesús, que con la cruz no deja ninguna duda de que nos ama. “ Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por los que ama”. Dijo El.

Pero es que sin Dios, sin Jesús, ahí está también, y sigue, lo que llamamos cruz: el dolor, la enfermedad, el llanto y la muerte. Todos los intentos de derribar la cruz, las cruces, lo mismo la de Jesucristo que las demás cruces, son inútiles. Cargamos con nuestras cruces, queramos o no. Y ni la ciencia, ni las ideologías, ni la violencia y el odio nunca han podido ni podrán eliminarla de nuestras vidas. Cuanto más se le cocea, más se clava., como el aguijón. Solo aceptándola con humildad, no con estoicismo inhumano, desde la fe y ejemplo y esperanza en el que la llevó por todos, Jesús, se puede y se llega al triunfo final. A donde la cruz señala, como todos los altos y copudos cipreses apuntan, esperando el despertar del sueño de la muerte, en el cementerio, : al cielo.

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