(Antonio Serrano Santos) Una parábola anacrónica, pero no tanto. Ecológica y humana.

“ Padre,-dijo el hijo menor-, dame la parte que me corresponde de la herencia”. El Padre repartió entre sus dos hijos su hacienda. El pequeño, ufano de haber alcanzado la mayoría de edad, se fue, sin mirar siquiera hacia atrás,mientras su Padre le veía alejarse, con la esperanza de volverlo a ver.

Pero su hijo, este hijo, no volvió. Se unió a la Yet Set de Marbella donde comenzó a gastar en lujo, fiestas, orgías, con las más bellas y bellos de la élite marbellí. Siguió con una vuelta alrededor del mundo disfrutando de los más hermosos paisajes, de los mares y lagos más espectaculares del mundo. Los inmensos bosques del Amazonas, El Salto del Ángel, las Cataratas del Niágara, del Iguazú,el lago Victoria y las Octavas Maravillas del Mundo. Las islas paradisíacas del Caribe, las oceánicas, Haway, las reservas de África , en zafaris. Visitó los locales de ocio y diversión de casi todo el mundo, Moulin Rouge,Chez Moune con sus espectáculos lesbianos , el Joli Verge, de París, los antros de opio de Hong Kong, los barrios o bulevares de exposición de prostitutas de Alemania y Francia. Recorría los suburbios pasando junto a los vagabundos, apenas sin mirarlos, arropados entre cartones sin más techo que las cajas, con frío o calor. Invirtió en acciones enriqueciéndose desorbitadamente. Le persiguieron muchas ongs y grupos ecologistas, pidiendo ayuda al nuevo multimillonario, y rechazaba, con desprecio, todas las solicitudes. Las imágenes de niños desnutridos, las miserias de las chabolas, la hambruna, de África, América y todo el Tercer Mundo le fastidiaban. Ni siquiera le sirvió de aviso los muchos que, como él, habían vuelto de sus vidas desordenadas, y, arruinados, aprendieron la lección, cambiaron totalmente su modo de vivir. Hasta contrató un viaje espacial y contempló el planeta azul, como un turista ordinario sin la más mínima que le hiciera, ante tanta maravilla, cambiar ni humana ni espiritualmente. No quedó nada, absolutamente nada, que no probara y disfrutara. Desde las más peligrosas y sofisticadas experiencias hasta los vicios más degradantes. Sin acordarse para nada de su Padre ni de su hermano.

Pero también vio, sin importarle nada, la inmensa capa de plásticos, de basura, flotando en el mar, flotando en la superficie miles de peces muertos enredados en plásticos, y toda clase de porquería, mientras él apuraba una botella de wisqui escocés y fumaba habanos, en la cubierta de un yate de gran eslora que habría surcos entre el “ Mar de los Sargazos” de basuras, tripulado por expertos marinos. Al amarar en la playa, sus pies tropezaban con montones de latas de conservas, botellas, vasos, restos asquerosos de comida. Ni una mirada ni expresión de sorpresa. Le daba igual. Y arrojaba los restos del puro entre los matojos.

Acabó en Las Vegas, donde perdió en la ruleta, los dados y las cartas, todo lo que aún le quedaba. Y, al fin, se quedó sin dinero, sin amigos ni “ amigas”, y tan pobre, o más, que los que había visto tirados en las calles.

Escondido en el zaguán de una vieja vivienda en ruinas, se tapó con unas hojas de periódico que asomaban de una papelera. Había comenzado a lloviznar. Hacía frio. Temblaba y comenzó a subirle la fiebre. Un policía ,de ronda, se dio cuenta de su estado y avisó para que lo llevaran a un hospital. Allí tuvo la suerte de ser atendido por una enfermera muy amable.

“ ¿ Qué le ha pasado??- Le preguntó ella, mientras él, ya más recuperado, se incorporó en la cama y se le quedó mirando. No quiso contestar. A la mañana siguiente, volvió la enfermera con su gran sonrisa acogedora. “¡ Vaya, ya está bastante bien!- Él seguía en su mutismo. “ ¿ Se le ha comido la lengua el gato?” Bromeó la joven. Rendido, al fin, ante tanta atención, le contó, en un impulso rabioso de desahogo, toda su historia. Y terminó exclamando: “¡ La culpa de todo la tiene mi Padre!”. “ No comprendo- dijo ella-¿ Pero no le dio lo que usted le pidió?” -“ Pero si no hubiera sido tan generoso y tan fácil el dármelo, ahora no estaría como estoy!. ¡La culpa es suya!”.

Mientras, su Padre, todavía le esperaba y todas las tardes se asomaba a la puerta de su hacienda oteando el recodo donde comenzaba la carretera que llegaba hasta la misma entrada de la casa. La esperanza de su viejo rostro cambiaba al rato grande de la espera y volvía,año tras años, con tristeza infinita, encorvadas las espaldas, al interior donde los empleados lo miraban con lástima sin poder hacer nada por él.

Pero el hijo pródigo no volvía. Y no volvió.

Parábola anacrónica, pero real en su contenido, su sentido y actualización mundial. ¡Ese hijo pródigo que se marchó de su casa y de su padre, es el Mundo en que vivimos ¡Mundo pródigo!, que no acaba de volver a sus orígenes. Que ha olvidado la contemplación de las maravillas que el Padre puso a su alcance, a sus ojos, a su alma, a su sed de belleza y amor. ¡ Mundo pródigo! Que está convirtiendo el Paraíso Terrenal en un inmenso basurero. ¡ Mundo pródigo! Ingrato, injusto, que culpa al Padre de los males y locuras suyas. ¡ Mundo pródigo! Que convierte el sublime don de la libertad que lo hacía como un Dios , pudiendo elegir entre el bien y el mal ,en una desgracia y maldición de su Padre. ¡ Mundo pródigo! Mundo egoísta y cobarde ante la aventura de sufrir, heroicamente,por amar,y compartir el Paraíso que puso su Padre en sus manos. ¡ Mundo pródigo! Caín envidioso y fratricida con el prójimo, su hermano. ¿“Caín,¿ dónde está tu hermano Abel?”- “ ¿ Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?” No es capaz de decir: “ Me levantaré e iré a mi Padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo” ¡ Mundo pródigo! Que no valora en calidad un pequeño acto de amor lo que en cantidad no vale todo lo inmenso del mal. Ni se arrepiente ni agradece y, menos aún, ama.

¿ De qué nos extrañamos? ¿De la pandemia, algo espeluznante nunca visto, que atraviesa el mundo y sigue como una metástasis imparable? ¿ De las inundaciones, los incendios provocados, los terremotos, las guerras, el talibanismo, las dictaduras, los crímenes machistas y no machistas; del cambio climático y la tala de bosques que contribuye a eso; de los escándalos y vicios colectivos, las violaciones en “manadas”, la degeneración social y moral, el desprecio a la vida desde el nacimiento hasta la ancianidad, del odio y la falta de amor, la injusta riqueza creciente y la miseria y pobreza cada vez mayor? ¿De qué nos quejamos? ¿Por qué? Como decía el historiador Herodoto de la depravación del Imperio Romano: “Son tantos nuestros males que no podemos soportar nuestros males ni el remedio de nuestros males”.

La naturaleza y el Padre parece que están mandando un aviso especial ¿ Será el último? “ ¿ Qué Padre que ama a su hijo no lo corrige y castiga?” El del hijo pródigo sigue amándolo y esperándolo. “ Vinieron los discípulos a contar a Jesús lo que había hecho Pilato con unos galileos, que los mató y mezcló su sangre con los sacrificios que ellos ofrecían. El les dijo: “¿ Creéis que esos galileos eran más pecadores que los demás? Yo os digo que no. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Y aquellos dieciocho que fueron aplastados al caer un muro sobre ellos? ¿Creéis que eran, por eso, más pecadores que los demás? Yo os digo que no. Y si no os arrepentís, todos moriréis igualmente”. ¡ Mundo pródigo! Que con tu maldad hasta los inocentes perecen por tu culpa, víctimas de esta gran tragedia que habéis provocado . Porque hasta la pandemia, parte de la tragedia mundial, ¿ creéis que tiene un origen puramente natural? ¿ Pensáis que esas víctimas son más pecadoras que los demás? “ Yo os digo que no. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Son signos apocalípticos los signos de nuestro tiempo. Y el mundo pródigo sigue como la “ ciudad alegre y confiada”. Esas aglomeraciones y fiestas locas, ya universales, de miles, cientos de miles, jóvenes y no tan jóvenes, carnaza fácil y rápida para el depredador virus…” Todos moriréis igualmente”.

Terribles, y advertencias claras,son esas palabras. Y proféticas. Se están siempre cumpliendo. No solo hoy con lo que nos está pasando. Siempre se repite el aviso. Con la paciencia y amor de un Padre con sus hijos “ pródigos”. En realidad, Dios no castiga. El ser humano, los hijos pródigos, se acarrean el castigo provocado por ellos mismos. No culpemos al Padre de lo que hacemos nosotros. Sin embargo, los designios de amor del Padre se cumplirán, a pesar de que el mundo, ese hijo pródigo, no vuelva; no quiera volver. Volverán al Paraíso perdido todos los hijos pródigos arrepentidos.Donde el Padre siempre espera en la alegría del abrazo y del perdón como si nunca le hubieran ofendido.

Todavía estamos a tiempo.

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