(Antonio Serrano Santos) Una pequeña introducción porque no voy a cambiar nada de lo que en la Navidad pasada os dije. Y parece que sigue sirviendo para esta. 91 añitos, yo digo “19”. Para que lo que digo ahora y repito, tenga efecto retroactivo. No me he muerto pero casi. Me han diagnosticado una esteoporosis y artrosis general. Con sus dolores consecuentes. Mi mente está lúcida como mi corazón en vuestros recuerdos. Dios me da una pequeña pausa, creo, a ver si lo que os digo, mejor, lo que El os dice, hasta ahora cada Navidad, va calando hondo, como creo que es así, y todos, con fe o sin ella, con buena voluntad y noble corazón,y os asegure en la bondad y la comuniquéis como os enseñé y me enseñasteis. La felicidad de la Navidad, de la Noche Buena, no es de este mundo.” La alegría del cristiano no es un momento de emoción, ni un optimismo simple y humano; es la certeza de poder afrontar cada situación bajo la mirada amorosa de Dios con la valentía y la fuerza que proceden de Él. “ Como ahora me toca a mí y los que de vosotros estéis pasando lo mismo.

Sí. Sí. Y más que nunca. Ahora, ante el desafío a la fe, a la bondad, a la paciencia, a los valores humanos y espirituales. Ante la muerte en soledad y tristeza. Intentando superar el miedo y la cobardía. Poniendo la esperanza en ese misterioso Dios que, para no asustarnos se hace ternura infantil, Niño recién nacido y se deja coger en brazos expuesto a lo quieran hacer con El. Y así fue, y así es. Odio en vez de amor,  por parte de unos. Hasta la muerte. Amor, en lugar de odio, en otros. También hasta la muerte.¿ Qué sentido tiene la Navidad sin este Niño Jesús? Quizás sea esta mi última felicitación. Y quiero dejaros una especie de testamento: ¿ No será este coronavirus un aviso de Dios y de la Naturaleza, que ya, en el casi tercer año de aviso, espera con toda paciencia, para que nos arrepintamos y valoremos lo que no hacíamos antes? “ ¿ Qué padre si ama a sus hijos no le corrige y castiga?” ¿ Es que vuestros padres, cuando os enviaron al colegio, para corregiros, aprender y educaros para el futuro, no os amaban? Así es Dios con sus hijos, con todos, crean en El, o no. Porque, como un padre, más quiere que lo amen, como El los ama , que se preocupen por su existencia.

Un año más de felicitación. Y van seis. Para mis antiguos alumnos del colegio San José de Campillos. No podía faltar. Es mucho lo que hay entre nosotros. Y sé que ellos piensan lo mismo. Me acerco a la Navidad, quizás definitiva, con el ánimo , la esperanza y los recuerdos puestos en ellos. Y no olvido a las  alumnas de La Milagrosa que, aunque no van aquí, las recuerdo, sobre todo, a las que di clase un año. Simpáticas, graciosas, “ picaronas” ellas. Ellos aparentemente más tímidos con ellas,¡ en aquellos tiempos!. Dios, el Niño Jesús,con su ternura, reparta felicidad y alegría de la verdadera, que, siendo cristiana, no deja de ser muy humana. Para eso, ese Niño Dios, se puso en nuestra piel, con todas sus consecuencias, siempre buenas.

Un año más, un pequeño gran milagro más. 90 años no es pequeño milagro. Me cuesta creerlo. Pero es que parece que Dios se dirige a mí también, como dice en la Escritura: “ Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia contigo”. Prolongando mis años, con paciencia esperando complete mi vida como El quiere. Como hace con el coronavirus en el mundo. Una oportunidad más, en realidad es, de felicitar a los que, siendo alumnos míos muy queridos, me enseñaron más a mi que yo a ellos por su heroicidad infantil y juvenil, que ya es heroicidad en el ambiente en que se educaron. Y hoy, por eso, son lo que son. Así que ,repito, hasta que Dios quiera, mi felicitación. ¡ Cuánto me gustaría hacerlo uno por uno! Pero ya algo difícil será reconocerme.Y pocos me reconocerían, seguramente. Han pasado más de cincuenta años.  “Quiero repetir las palabras de Jesús a sus discípulos, en la última cena, “ mutatis mutandi”( que traduzcan los de latín, je,je…): “ Dentro de poco ya no me veréis. Dentro de otro poco, me volveréis a ver. Porque os he dicho estas cosas vuestro corazón se llenó de tristeza, pero me volveréis a ver y vuestro corazón se llenará de alegría. Y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría”. Esto mismo digo a mi familia. Alegría que ya comienza con la inmensa, cristiana y humana alegría que nos trae la Navidad y nos anuncia la definitiva a los “ hombres de buena voluntad”.

Repito este año, y perdón:

Voy a felicitar a las tres clases de alumnos que tuve. En Latín, Filosofía y, sobre todo, en Religión y otras asignaturas menos frecuentes:

.- ¡FELIZ NAVIDAD!, desde el sentido cristiano que la justifica y da sentido a la alegría con que se celebra, para aquellos que, a pesar de las pruebas y lucha que supone, hoy, ser cristiano de verdad, habéis conseguido mantener la fe como “ católicos practicantes” de lo que me alegro infinito, como vuestro profesor que fui de Religión. Doble felicitación.

.- ¡FELIZ NAVIDAD!, con no menos deseo, a los que os di otras asignaturas y no sé si teníais o no fe. Ni sé, hoy, lo mismo. En el primer caso, os repito lo mismo que a los primeros. En el segundo, os deseo, también desde mi fe y afecto cordial, porque no recuerdo, y no miento, de tantos años de clase con ellos, más que respeto, obediencia, afecto y aprovechamiento de las clases. Quizás se me escape alguna rarísima excepción. Os deseo, claro que sí ¡ FELIZ NAVIDAD!

.-  A los que en el duro camino que os haya tocado vivir, habéis perdido la fe, yo os pido, en nombre del interés y del amor que puse en vuestra enseñanza y educación que, al menos, no perdáis, por favor, la esperanza, ni dejéis que nada ni nadie os robe la bondad de vuestro corazón ni vuestra buena voluntad con las que podáis celebrar, a vuestro modo, la Navidad, porque para vosotros, especialmente, se dijo: “ ¡ Paz a los hombres de buena voluntad!”.

¡FELIZ NAVIDAD y AÑO NUEVO! Para vuestra vida, todavía joven, o relativamente joven, con vuestros hijos y familia que habéis formado y a los que me gustaría contarles, personalmente, lo admirables que fuisteis. Os desea este “ joven de ya 90 años, a quien, en parte, contagiasteis las ilusiones y fuerza de vuestra juventud, al admirar cómo llevabais y superasteis una de las pruebas más exigentes que se le puede pedir a un niño o a un joven.

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