La Sala París 15 de Málaga vibró este sábado con la actuación de Im-Pulse Tributo Pink Floyd Live Show, una formación que, tras años de trayectoria y numerosos escenarios a sus espaldas, firmó la que probablemente sea su mejor puesta en escena hasta la fecha. El público —cerca de un millar de personas— asistió a un espectáculo que superó todas las expectativas, consolidando a la banda como uno de los tributos más solventes y fieles al universo Floyd en la actualidad.
Un viaje audiovisual al corazón del rock sinfónico
No sólo el repertorio, extenso y cuidadosamente seleccionado, hizo las delicias del público. La banda desplegó un impactante arsenal técnico: juegos de luces milimetrados, proyecciones envolventes, efectos visuales sincronizados y un sonido pulido al detalle que reafirmó el nivel profesional del show. Todo ello contribuyó a una atmósfera inmersiva que evocaba, por momentos, los grandes directos de Pink Floyd.
En la sala resonaron clásicos atemporales, himnos generacionales y piezas emblemáticas que conforman la historia musical del grupo británico. La respuesta del público fue unánime: casi mil gargantas coreando al unísono las melodías que marcaron a varias generaciones.
Una interpretación a la altura de Gilmour y Waters
La ejecución instrumental y vocal de Im-Pulse mereció una mención especial. Su precisión técnica, la sensibilidad en los arreglos y la fidelidad al espíritu original de la banda hicieron que muchos asistentes coincidieran: este tributo se sitúa a la altura de los mejores homenajes a Pink Floyd en Europa.
Algunos pasajes recordaron inevitablemente a la profundidad emocional de David Gilmour o al magnetismo conceptual de Roger Waters, una comparación que no se hace a la ligera y que refleja el nivel de excelencia alcanzado sobre el escenario.
Un espectáculo que deja huella
Para muchos asistentes —y para quien firma estas líneas—, el concierto fue más que un recital: fue un reencuentro con la música que ha acompañado toda una vida. Un recordatorio de por qué Pink Floyd cambió la historia del rock sinfónico y de cómo su legado sigue latiendo en cada acorde.
El público salió con la sensación de haber vivido algo único y, al mismo tiempo, con la certeza de que queda algo por volver a ver, como si una parte del concierto se resistiera a abandonar la memoria.
Sin duda, repetir es casi una obligación. Im-Pulse ha demostrado que su espectáculo no sólo homenajea a Pink Floyd, sino que también emociona, sorprende y conecta con quienes siguen encontrando en su música un refugio eterno.













