(Por Eduardo Madroñal Pedraza) “Antes de empezar a reinar al Rey le dan una falsilla -yo le llamo el catecismo de Wells Stabler, el embajador de EEUU- donde se le dice el ritmo ralentizado al que tiene que hacer la apertura, y con quién tiene que bailar ese ritmo. Le dan hasta las parejas de baile: centro-derecha procedente del régimen y centro-izquierda socialdemócrata. Se decía que los socialistas podían esperar, pero que los comunistas debían esperar. No es un mandato, es una indicación del “gran tutor”. Que el Rey se está moviendo durante esos años bajo la tutela norteamericana es evidente, no digo nada que no sepa todo el mundo. Es una tutela militar, política y económica”. Pilar Urbano.

Asistimos a una catarata de documentales, programas de televisión y radio, y páginas de periódico, sobre un momento decisivo: la muerte de Franco y el tránsito a la democracia. No es solamente un debate histórico, porque la visión sobre lo que sucedió hace medio siglo determina la que tengamos sobre la España actual. La visión que hoy tengamos sobre el franquismo y la transición es pues una batalla política, una “guerra cultural”, de enorme importancia para poder impulsar hoy una alternativa revolucionaria. Hoy estamos en la OTAN, la burguesía monopolista estadounidense controla el Ibex-35 y sectores clave como la energía y la vivienda. Tal dominio debe ser ocultado en la transición para que no podamos combatirlo hoy.

La batuta estadounidense en la transición española

Nada mejor que una “confesión” del enemigo. En sus memorias, Henry Kissinger, el “cerebro” de la política exterior de EEUU de 1969 a 1977, afirma que “la contribución norteamericana a la evolución española durante los años setenta constituyó uno de los principales logros de nuestra política exterior”. La “batuta americana”, dirigiendo el rumbo y el ritmo de la transición, se ejerce directamente, empezando por el Rey, que desde la muerte de Franco a la aprobación de la Constitución en 1978 ostenta los poderes absolutos que hereda del dictador.

Portugal, Grecia, Italia y España constituyen en esos momentos una prioridad máxima para la CIA. A mediados de los años setenta se ha consumado la derrota estadounidense en Vietnam, y la URSS, la entonces otra superpotencia, avanza mientras EEUU retrocede. Y en el sur de Europa, en España, Grecia y Portugal, tres regímenes fascistas con amplio rechazo popular, son un factor de debilidad para el dominio yanqui. En España EEUU pilota una transición hacia un régimen democrático donde su dominio no sólo no sea cuestionado, sino que aumente.

Y así es que con el fascismo se inaugura el dominio estadounidense sobre España. En 1953 se firma el tratado que permite a la superpotencia instalar bases militares en nuestro país. Y en 1959, elaborado por los “tecnócratas” del Opus Dei, pero bajo la dirección del FMI, se aprueba el Plan de Estabilización, que abrirá las puertas a una masiva penetración del capital estadounidense en España.

Los dueños de Franco siguen vivos

Hay un juego conmemorativo en la izquierda, bajo el título “¿Dónde está Franco?”, para encontrar los restos del franquismo que perviven en la España actual, señalando a la judicatura, a los medios de comunicación y a la ultraderecha. Sin embargo, los dos “vestigios del franquismo” más poderosos, los que más perviven, no aparecen. No se habla de Rota y Morón, aunque las bases estadounidenses se instalaron durante el régimen fascista. Ni de Ana Patricia Botín, aunque el banco Santander no sería lo que hoy es sin los años de fascismo. Los que mandaban durante el fascismo y los que mandan ahora, éstos son los permanentemente ocultados.

La lucha popular acabó con el fascismo

Franco se murió en la cama, pero el fascismo fue derrotado en la calle. Lo que obligó al cambio de régimen, haciendo imposible la continuidad del régimen, fue una lucha popular que antes y después de la muerte de Franco alcanzó dimensiones casi desconocidas bajo una dictadura. En 1974, con Franco vivo, se pierden en España 14 millones de horas de trabajo por conflictos laborales, diez veces más que en 1963. Y en 1976 -aunque eran ilegales- se realizaron una media de diez huelgas diarias, en las que participaron el 40% del total de trabajadores. El movimiento obrero es la punta de la lanza de esta oleada de luchas. Y la movilización se extiende a todo el país y a todos los sectores sociales.

En lo mucho que ahora se nos cuenta sobre Franco y el final de la dictadura, lo más importante es lo que no se dice. Lo que debe ser ocultado hace 50 años porque sigue actuando hoy con mayor fuerza.

Eduardo Madroñal Pedraza