(Por Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental) Me congratula saber que la Diputación de Almería abre un proceso participativo para que la ciudadanía opine sobre el futuro del Cortijo del Fraile, un edificio emblemático, Bien de Interés Cultural, en pleno corazón del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar y que ha pasado al acervo popular por ser el escenario del fatídico Crimen de Níjar que Carmen de Burgos y Federico García Lorca recogieron y convirtieron en leyenda en sus obras Puñal de claveles y Bodas de sangre.

Si participo es porque, visitada la web tras la presentación del Plan Director, me agrada la iniciativa y confío en la planificación, programación y fechas anunciadas. El tiempo dirá si realmente es un proceso participativo o un paripé para cubrir el expediente, algo a lo que por desgracia nos tienen acostumbradas nuestras administraciones a las que los fondos europeos exigen que pidan voz y opinión a la ciudadanía, pero que por falta de experiencia, conocimientos e interés los utilizan para presentar puntualmente sus proyectos, echarse la foto y justificar que se han llevado a cabo. Eso tiene muy poco de participación y mucho menos de proceso.

Tras leer la completa presentación y el cuestionario, tengo que reconocer que me siento incapaz de escoger un solo uso y temática de las que proponen. Me quedaría con todos y no descartaría nada. Debe ser mi formación como ambientólogo y educador ambiental que lo veo como un “sistema natural” donde todos los elementos pueden estudiarse de forma independiente, pero sin olvidar que están interconectados, relacionados entre sí, no pudiendo existir los unos sin los otros.

Es por eso que, utilizando los mismos adjetivos de valiente y novedosa que usaron en la presentación, propongo que la temática, la base en la que se sustente el futuro del Cortijo del Fraile y las 30 ha de su entorno, sea la Ecología Social, una disciplina que estudia las interrelaciones entre la sociedad humana y sus múltiples interacciones con su medio ambiente. Hunde sus raíces fundamentalmente en los conceptos y teorías de la ecología, pero se ramifica para nutrirse de otras disciplinas como la sociología, antropología, geografía, historia, urbanismo, derecho, ingeniería y economía, que al fin y al cabo, son los cinco ejes que se proponen en el Plan Director.

En realidad aparecen seis, aunque luego en el cuestionario, el último, el de narrativa de misterio, lo hayan obviado muy inteligentemente, porque supongo que fue una excentricidad de algún colaborador que no venía a cuento. Ya está bien, con la de materias que se pueden trabajar allí, de inventarse fantasmas, aparecidas y visitas de extraterrestres, por mucha publicidad que pueda proporcionar. Desearía que ese eje desapareciese de la web, lo mismo que lo ha hecho del cuestionario.

Para darle cabida a una disciplina transversal como la Ecología Social, el edificio y su entorno deberían ser complementarios, estar relacionados con el resto de infraestructuras del Parque Natural, intentando no repetir contenidos y propuestas y con la intención de ser destino, pero también conector o punto de partida.

El edificio debe estar siempre en continuo movimiento, adaptándose a cada actividad, con una gran tramoya y, por tanto, sin muchos elementos fijos que impidan su transformación de forma práctica y rápida. Descartaría exposiciones permanentes que, una vez visitadas, pierdan el interés para una segunda visita. Las cambiaría año tras año y evitaría el excesivo uso de la tecnología con paneles, videos y software que se queda obsoleto, se rompe y no se suele arreglar (solo hay que darse una vuelta por los centros de interpretación para comprobarlo). La única tecnología a la que le daría protagonismo es a las energías renovables que conviertan el edificio en autosostenible y desconectado de la red que, junto a la recuperación de la arquitectura tradicional, deben ser la carta de presentación del proyecto.

Si la temática y el edificio son importantes, la gestión futura de ese recurso público, lo es mucho más. Sé que forma parte del proceso participativo, pero me adelanto proponiendo una Fundación para su gestión, donde tengan cabida todos esos agentes a los que se les está pidiendo información y participación en estos momentos. Suele pasar, espero equivocarme, que el futuro de estas instalaciones dependa exclusivamente de la rentabilidad económica, por lo que una inversión pública se termina licitando a empresas privadas y amigas para su gestión. Espero que aquí no ocurra, sino que la administración sea consciente de que hay proyectos que, aunque nos cuesten dinero público, hay que mantener sea como sea. Las cosas no solo hay que hacerlas, es lo más fácil, sino comprometerse a mantenerlas aunque nos cueste el dinero a todos.

En el Cabo de Gata, por desgracia, hay muchos ejemplos de edificios rehabilitados y abandonados a su suerte, como el Aula del Mar El Corralete, el Aula de Naturaleza de El Bujo, el área de acampada de Rodalquilar y algunos más. Espero que este no sea uno más de la larga lista, o que para sacarle rendimiento sin calentarse mucho la cabeza lo conviertan en un hotelito con encanto con restaurante para bodas y con actividades de relleno.

Me gustaría que hubiese un Patronato plural y participativo donde estuviesen todas las administraciones representadas, el peso de los políticos fuese simbólico y que planificase la programación de las actividades a lo largo del año contando con la gran variedad de empresas locales de la zona, no solo una por un largo periodo de tiempo. Eso conlleva mucho trabajo, pero grandes resultados y muchas más satisfacciones.

Aplaudo el hecho de que la Diputación de Almería comprase el Cortijo, lo rehabilite y proponga este proceso participativo. Ahora solo nos queda comprobar en qué acaba todo. Ojalá los alfileres de plata no nos pongan la sangre negra ni el sueño nos llene las carnes de mala hierba y, sobre todo, que no terminen justificándose, como lo hacía Leonardo en Bodas de Sangre y años después cantaba Pata Negra, con el “que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra”.