(Antonio Serrano Santos) -Complemento del anterior artículo: “La ilusión perdida de la Navidad”-
De nuevo pido perdón por las referencias personales en este artículo. Pero esas referencias están hechas en la confianza de un ambiente familiar con mis lectores en estos días de Navidad.
Las tres imágenes que acompañan al artículo forman un tríptico. Por eso se relacionan entre sí en lo que quieren expresar. En la primera, dice el ángel a los sorprendidos y asustados pastores: “ ¡ No temáis! Os anuncio una gran alegría: os ha nacido un Salvador en la ciudad de David. Esta es la señal: hallaréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Al ángel se unió una multitud de ellos que alababan a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!”. Los pastores fueron rápidos, alegres, a ver lo que el ángel les había anunciado.


La segunda imagen nos recuerda a los magos que, guiados por una estrella, preguntan, desorientados, ya que la estrella había desaparecido: “¿ Dónde está el recién nacido rey de los judíos, porque hemos visto al Oriente su estrella y venimos a adorarlo”. Ya informados, avanzan, y aparece de nuevo la estrella guía. “ Al verla, se llenaron de inmensa alegría. La estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Entraron en la “ casa” y, postrándose, le ofrecieron dones”.


En la tercera imagen vemos al Niño Jesús, sonriendo. ¿No nos recuerda el final de la canción “ El tamborilero” “…y el Niño Dios me sonrió?” Esa sonrisa llenó de alegría a cuantos lo miraban y adoraban: pastores, Magos, sus padres…” Y María conservaba todo esto, meditándolo, en su corazón”. Dice la narración evangélica que Herodes, después de informarse puntualmente por los magos de cuándo nació el Niño, al verse burlado por los magos, mandó matar a todos los niños de Belén de dos años para abajo. Porque ése sería el tiempo que, en camellos, seguramente, tardarían los Magos en llegar del Oriente a Jerusalén. Eso explica que entraron en la casa, no en la cueva y con pesebre, como se suele poner en los belenes. No iban a estar dos años en una cueva y con pesebre. De ahí que el Niño podía sonreír, como todos los niños de esa edad, con las personas que lo tratan con cariño. Es pura lógica.
¿ Y qué es lo que relaciona entre sí las imágenes de este tríptico?: La alegría. La sorprendente y comunicativa alegría de los pastores. La inmensa alegría de los Magos, al ver la estrella de nuevo, desorientados y apenados, al no verla, después de dos años de larga caminata. Y la alegría de la sonrisa del Niño que alegra a todos.
Estas preciosas figuras de este Nacimiento o Misterio, que no es el belén popular con sus simpáticas y originalísimas figuritas, tiene cerca de cincuenta años. La compramos mi mujer y yo, imagen por imagen hasta completar el grupo, poco después de nacer el mayor de nuestros cinco hijos. Tres generaciones han cantado villancicos ante él. Les tengo encargados que, cuando faltemos su madre y yo, lo vayan pasando de mayor a menor, cada Navidad, de casa en casa. Es la humilde y preciosa reliquia- herencia de la alegría, la paz, la fe y el amor que siempre unió a nuestra familia. Sé que en muchos hogares hacen lo mismo. No perdamos la tradición, no perdamos la ilusión, porque se pierde la verdadera alegría. Hoy que, como nunca, hay quienes intentan de mil modos, erradicarla, destruirla, hasta sustituirla. Como María, conservemos esta familiar y alegre tradición, en nuestro corazón, meditando su misterio y su dulce consuelo para transmitirlo a nuestros hijos y nietos. Cantemos, sí, villancicos con zambombas y panderetas. Frases como “No me gusta ya la Navidad”, “ He perdido la ilusión de la Navidad”, y hasta ” No creo en la Navidad”, no es cristiana; es una tristeza absolutamente inhumana. Dios se hace Niño para que nos acerquemos, sin temor, también como niños. Por eso los niños captan mejor que los mayores, la intuyen, la sinceridad del amor y de la alegría cristiana.
La tristeza por la ausencia nuestra, como la de los que nos precedieron, es buena, por el amor. Pero es mejor la alegría de la esperanza de vernos de nuevo unidos para siempre, también por el amor, que nunca muere. Eso, o la nada y la desesperación. Dijo Jesús a sus discípulos: “ Porque os he dicho que no volveréis a verme más vuestro corazón se llenó de tristeza. Pero de nuevo os veré y vuestro corazón se llenará de alegría. Y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría”. Eso mismo digo a mis hijos: Nos veremos de nuevo. Y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. Nuestra alegría. Los pastores se llenaron de alegría al ver al Niño Jesús, Los magos de inmensa alegría al ver la estrella. La estrella es la fe que nos guía. La fe nos alegra con la esperanza. De ahí que “ un cristiano triste es un triste cristiano”. Esa parte triste del villancico: “ La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”, tiene una segunda parte, verdaderamente cristiana y alegre: “¡ Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra y viva el Niño Dios que ha nacido en Nochebuena!”.

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